En Villarrobledo, desde 1853, todo está vinculado con la tierra y nuestros orígenes. Nos avala un legado de tres generaciones anteriores al mantener las tradiciones; en los viñedos, mimándolos con esmero y dedicación, porque son la esencia de todos nuestros vinos. Las plantaciones en las fincas La Carrasca, La Elipa y Los Salvadores se alzan bajo un suelo humilde, de sobria producción, que regala lo mejor de sí mismo en cada cepa, en cada grano de uva, que es recogido en el momento óptimo de maduración de la pulpa y aromático; para vinos espumosos, blancos, rosados y jóvenes, así como fenólica y sensorialmente para los vinos tintos con crianza en barrica y botella.
Asentadas sobre una extensa llanura a 740 metros de altitud, con prolongadas exposiciones al sol, escasa pluviometría y viviendo temperaturas elevadas en verano contrastadas por bajas en la época de invierno, los frutos de las plantas de 15 variedades; Airén, Bobal, Cabernet- Franc, Cabernet- Sauvignon, Chardonnay, Garnacha, Macabeo, Merlot, Moscatel, Shiraz, Tempranillo, Sauvignon-Blanc y Verdejo, son los protagonistas de nuestros vinos tranquilos y espumosos, elaborados en el interior de un edificio abrazado por láminas de arcilla cocida erguidas, que recuerdan a las tinajas de barro, con pequeños surcos que refuerzan su dinamismo gracias a su inclinación y rodeados de un jardín sostenible de toques rústicos y salvajes.